30 ene 2012

Relato: Hermanas De Sangre (Parte 2)

Dolor, sangre y dolor, después caer vertiginosamente en un oscuro pozo sin fondo, placer, sangre y placer, besos que son brasas recorriendo mi cuerpo, frío, sangre y frío, soy presa rendida a la guadaña de mi captor y, veneno, dulce veneno, que me hace desear un poco más, dámelo y te daré a cambio mi alma tan querida, ya no hay marcha atrás, no quiero volver a sentirme perdida, embriágame con tu poder y tu esencia, ya no hay marcha atrás, ni luz a la que volver, ahora soy el cazador bajo esta cacería a medianoche …

Parpadeo, otra vez, la visión la tenía nublada, como si me hubiese pasado la noche de borrachera, pero estaba oscuro, apoyé una mano en el suelo para incorporarme, era hierba, hierba mojada, ya de pie miré mis manos humedas y la sangre carmesí se derramó por mis dedos hasta caer al encharcado suelo, la noche no era negra sino roja, de repente todos los recuerdos se agolparon en mi mente sin darme tiempo a asimilarlos y caí de nuevo, mis ropas desgarradas también estaban teñidas de sangre seca, con la vista más clara miré alrededor, en otra ocasión seguramente me hubiese parecido un hermoso claro del bosque rodeado de árboles y salpicado con el tono plateado de la luna llena, pero la sangre y los cuerpos mutilados de personas llenaban todo lo que mi vista podía ver, era una dantesca escena salida de las peores pesadillas de un enfermo maníaco, y yo, en medio del caos, entonces un ruido entre el sepulcral silencio lo cubrió todo, eran unas pisadas, no, más bien alguien arrastraba los pies, unos arbustos se movieron y apareció Teresa con un aspecto muy parecido al mio, en cuanto me vio apenas le prestó atención a la escena y mientras corría hacia a mi ignoró el sonido del chapoteo de la sangre y de huesos al romperse bajo sus desnudos pies. Esa era la primera vez y la última que vi a mi hermana llorar, agarrada a mi pecho, escuché otro ruido, este si que eran unas pisadas seguras de si mismas, aparté a mi hermana y le enjuagué con un beso los ojos, no me sorprendió que estuvieran llenos de sangre en vez de lágrimas, no era momento de preguntas sin contestación, me levante y apareció Desmond de entre los árboles, estaba mirando su chaqueta pero esta no tenía remedio, aunque pudiese quitar la sangre las tiras rotas de tela eran casi imposibles de arreglar.

—Me tocará comprarme una nueva.—iba murmurando.

Entonces levantó la cabeza y nos vió.

—Tias, ¡Qué flipada!, el coche, los tios aquellos, teneis que contarme lo demás porque no consigo acordarme, seguro que me perdí la mejor parte.—dijo mientras se ponía a nuestro lado y nos ostigaba con las manos a que le contaramos.

—Eres un sádico.—le dijo Teresa mientras le golpeaba en el hombro, parecía que se había recuperado de su momento de flaqueza y volvía a ser la de siempre, o casi.

—Será mejor que nos alejemos de aquí, hemos tenido suerte y será mejor que no la tentemos más, ya tenemos suficientes problemas, nos hemos quedado sin coche.—dije mientras me ponía en pie y daba unos pasos para que los demás me siguieran, que no tardaron en hacerlo.

Estabamos fuera del claro pero el panorama no había cambiado demasiado, todo era sangre y miembros seccionados, pero ya tenía la mente depejada y una meta, salir de allí lo más rápido posible, pero estaba claro que eso no iba a ser posible.

—¿ A dónde creeis que vais, cachorros?.—dijo una voz detrás nuestra.

No habiamos oído ningún ruido pero al darnos la vuelta el claro que hacía unos segundos habíamos dejado estaba lleno de gente entera, casi todos eran hombres y mujeres vestidos de cuero negro que empezaron a disputarse los trozos de gente del suelo, pero el que llamaba más la atención era el hombre que estaba en el centro, era el mismo que habían visto subido al capó del coche, era el que nos había hablado.

—Me parece que es muy pronto para abandonar el nido, primero teneis que aprender a volar.—decía mientras se acercaba, milagrosamente y a pesar de que no miraba el suelo no piso más que hierba verde. Eramos incapaces de movernos mientras el hombre se ponía a escasos pasos de nosotros.

—Desperdiciar la comida de esa manera, pero mi gente se ocupará de ello, siempre están dispuestos a obedecer, y vosotros aprendereis tambien a hacerlo.-dijo mientras sacaba algo brillante del cuello de su camisa, en una cadena tenía colgado el símbolo de nuestro coche.

—¡ Antes muerta que seguir a un maldito asesino!.—le grité con todas mis ganas.

—Lo siento querida, pero todos ya estais, como decirlo, un poco muertos, o más bien bastante muertos y aquí el principe de los muertos soy yo.—dijo con una sonrisa que hizo ver, esta vez sí, unos enormes colmillos.—llevadlos a casa.

Al parecer no había transcurrido todo en una noche, por lo que supimos después, y no se como, pero habíamos pasado tres noches en el bosque, pero ya había quedado atrás, otros siete dias más habían pasado, o más bien siete noches, ya que ahora eramos vampiros, como los de las peliculas, pero esta era la cruda realidad, había una capa de ignorancia cubriendo un mundo de tinieblas, al que aquí llamaban, La Mascarada.

Fuimos llevados a una enorme mansión en medio del bosque, en donde el hombre de la gabardina, que se hacía llamar príncipe, era el que mandaba. Más gente como nosotros nos miraba desde las ventanas, unos desviaban la vista al vernos pasar y otros simplemente nos ignoraban. Al parecer unas noches atrás unos chiquillos habían muerto en un tiroteo, y al “príncipe”, que es un escéntrico, le gusta mantener la harmonía en la comunidad, al igual que el mismo numero de vampiros, así que decidió “buscar” a unos nuevos para que ocuparan el lugar de los desafortunados chiquillos, no nos dieron opción, y aunque nos resistimos al principio ya nada iba a ser igual, ahora eramos criaturas de la noche que se alimentan de sangre, teniamos que aprender a ser como ellos o morir, así que eso es lo que hicimos, a cada uno se le asignó a alguien para que le ayudara en su aprendizaje, al parecer dentro de la jerarquía vampírica existen distintos tipos de vampiros, por eso no aprendimos juntos, por lo que apenas pude ver a mi hermana, que se encontraba en compañía de unos jovenes que se creían mejor que nadie y se hacían llamar a sí mismos “artistas”, todo esto esta lleno de fanáticos, así que tampoco me extrañó demasiado, Desmond por el contrario se vió rodeado de unos tios más chalados incluso que él, que a todas horas se la pasaban divirtiendose con música estridente, son los que más broncas se llevaban del príncipe, y yo fui llevada al bosque donde un hombre de unos cincuenta años me esperaba, me dijo que tenía que ser uno con la naturaleza que me rodeaba, al principio pensé que estaba chalado, hasta que me puse a escuchar en serio al bosque, note como mis sentidos se agudizaban, mi vista era mucho mejor en la oscuridad, e incluso yo misma cambié, aprendí a ser más salvaje para unirme al entorno, y hasta que no me fundí en uno con la tierra no aprendí a ser quien era.

—Aprendes rápido.—me dijo mi maestro al comienzo de la noche del séptimo dia.—hacía tiempo que no estaba tan orgulloso de uno de mis chiquillos, tienes la llamada dentro de ti, hice bien en elegirte.

—¿Sire?.—así es como quería que le llamase.—¿Esto es siempre así, noche tras noche?.

—Se que algo te preocupa, y hasta que no lo soluciones no estarás en paz, hay veces en que el destino te llama, y entonces uno tiene que hacer lo que tiene que hacer.

Asentí con la cabeza, yo sabía que es lo que tenía que hacer, me levante y sin decir una palabra volví a la mansión, tenía que encontrar a mi hermana, ya era hora de que los pájaros dejaran el nido.

La mansión estaba como siempre llena, pero nadie me prestó atención, era una de las nuevas, y por lo tanto no le importaba a nadie, sabía que en el segundo piso era donde se encontraba mi hermana con sus nuevos compañeros, supe que estaba tras la segunda puerta de la izquierda por que oí su voz a través de la madera, y aunque podía escucharla aunque fuese un susurro no me hacían falta mis nuevos poderes, estaba gritandole a alguien.

—¡Eres tu el que no lo entiende!, viejo estupido y anticuado,¡si piensas que me voy a quedar aquí mientras insultas mi ilustre persona estas muy equivocado!, ¡yo no me quedo donde no saben apreciar mi arte!.—la puerta se abrió de golpe, pero no me sorprendió, y salió Teresa hecha una furia. No se esperaba que estuviera allí, asi que cuando me vió se serenó un poco y alzó la cabeza, tenía un aspecto increible, tenía el rubio cabello sujeto a la nuca en un recogido, y un vestido negro de raso le cubría el cuerpo hasta los tobillos.

—No sabía que estabas aquí.

—Ya lo supuse al ver tu cara, tengo que hablar contigo a solas.—le dije en voz baja para que solo lo escuchase ella

—Acompañame a mi cuarto.

La seguí hasta el final del pasillo, en donde entramos en la habitación más grande que habia visto en mi vida, una enorme cama con dosel se encontraba en el centro de la estancia, que estaba enmoquetada de un color rojo carmesí, en realidad todo era de ese color, nunca había visto tanto lujo junto, me había acostumbrado a dormir en la tierra, al parecer no todos los vampiros abandonan las viejas costumbres, todo sería perfecto en la habitación si no fuese por los tablones de madera que tapaban las ventanas para que no se filtrara un rayo de sol.

—Dime.—Teresa me sacó de mi ensimismamiento.

—Creo que es hora de largarnos de este lugar, no me quedaré tranquila hasta que sepa que es lo que le ha ocurrido a Sara.

—Todavia con tu antigua mentalidad de preocuparte por todo el mundo.

—Mira, no estoy aquí para aguantar tus sarcasmos, si tengo que ir sola que no te quepa duda que iré.

—Tranquila, no es tan simple como parece, además no pienso dejarte sola hacer eso, eres muy impulsiva, solo conseguirias que todo el mundo se enfadase, dejame a mi los detalles.

—¿Entonces vas a venir conmigo?.—la miré extrañada.

—Esto no es tan divertido, el viejo estupido de mi Sire no sabe apreciar mi música, dice que es un ruido estridente que no sive para nada, a mi, que llevo años componiendo para el grupo.—dijo indignada.

—Tus canciones son estupendas.

—Lo se, asi que no pienso quedarme donde no saben apreciar mi arte, además somos hermanas si no nos ayudamos nosotras nadie lo hará.

—Decidido, nos vamos esta noche, tu prepara lo que quieras, yo buscaré al tonto de Desmond.

Me constó convencer un poco a Desmond para que viniera, al parecer había encontrado a gente como él y se encontraba muy agusto, pero le convencí y allí estabamos, en el bosque, esperando a Teresa, hacía una hora que la había dejado, al parecer ese era el mejor momento, ya que el principe no se encontraba en la mansión y él era el único que verdaderamente podía causarnos problemas, Teresa no tardó en llegar, llevaba otro de sus vestidos, pero este de color rojo oscuro, se había soltado el pelo y llevaba sus baquetas sujetas al cinturón del vestido, estaba lista.

—Tenemos media hora antes de que llegue el principe, asi que será mejor salir ahora,creo que este es el mejor momento para mostrarnos a nosotros mismos lo que hemos aprendido, ¿Desmond?.

—¿Sí?

—Te estuve observando en tu entrenamiento y se que eres capaz de moverte casi tan rápido como yo, Vero, no se si podrás hacer lo mismo pero espero que se te ocurra algo.—dijo mi hermana primero a Desmond y luego volviendose a mí, siempre me asombraba su tranquilidad pasmosa ante cualquier dificultad.

—Cre..creo que podré hacer algo.—le contesté.

—Bien, que empiece la carrera.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Diseño Por Victoria W. (Base Por Free Blogger Templates)