16 nov 2011

Relato: Hermanas De Sangre (Parte 1)

La oscuridad se cernía sobre las mal iluminadas calles, ese día la actuación había sido más bien corta y para variar no habíamos recibido un centavo por ella, ya que el muy cabrón de nuestro manager no hacía más que darnos largas, estábamos hartos de que no apreciaran nuestra música en ese garito de mala muerte llamado Rat, pero era el único en los barrios bajos de Manhatan donde aceptaban que tocásemos en él. Aún así no teníamos dinero, y que conste que no me estoy disculpando, pero llevábamos esquivando al casero dos meses y ya nos acababa de dar el ultimátum, o pagábamos esa misma noche o dormíamos en el coche, y cinco personas en un cadillac viejo era pedir demasiado. Asi que allí estábamos, en el coche, con mi hermana Teresa, la batera del grupo, al volante, después de todo era la única que sabía manejar ese condenado chisme que había insistido en traer desde casa, mientras, Luis, Desmond y mi otra hermana, Sara, entraban a la tienda de ultramarinos del viejo señor Florten, la idea había sido de Luis , desesperada, pero había dicho que sería un trabajo fácil, entrar y salir, y maldita sea, todos estuvimos de acuerdo, todo sería más fácil de haber tenido suerte y encontrar un trabajo decente en alguno de los locales que recorren la zona buena de la ciudad, pero la vida es dura para un grupo de hispanos jóvenes y sin dinero en las calles llenas de rascacielos de New York, así que solo nos quedaban los callejones oscuros de los peores barrios en donde los de nuestra raza son medianamente aceptados, pero ahora ese sueño de ser estrellas del metal no solo había quedado atrás, en nuestro pueblo natal, si no también en un amargo recuerdo, solo quedaba esperar, esperar a que los chicos atraquen sin ningún problema al viejo gordo de la tienda, con la pasta conseguida podríamos aguantar unos meses más, entonces es cuando oí los disparos.

Algo había pasado, estaba claro que no podía ser tan sencillo, pero en nuestra desesperación no pensamos que algo pudiese salir mal, en un segundo, el cristal del escaparate salto por los aires sacudiendo cristal y metralla por toda la calzada, estaba absorta mirando por la ventanilla del coche, Teresa a mi lado lo había puesto en marcha y no hacía mas que dar golpes al volante y murmurar algo por lo bajo, entonces Desmond salió por la puerta como alma que lleva el diablo, iba medio agachado y entendimos por que cuando el gordo señor Florten salió también a la calle con una escopeta en la mano apuntándole.

—¡Déjame entrar!.—gritaba Desmond a la carrera mientras se dirigia hacia nosotras.

—¿Y Luis?, ¡¿ Y mi hermana?!.—pregunté a lo alto sin dejar de mirar la entrada de la tienda.

—No hay tiempo para eso Vero, abre la jodida puerta, ese viejo quiere matarme.—replicó Desmond dando golpes a la puerta.

Fue Teresa la que abrió, yo apenas tenía el sentido suficiente para saber que es lo que había ocurrido en los últimos diez minutos.

Solo recuerdo de esa escena al coche alejándose mientras el señor Florten nos disparaba a lo lejos y yo, mirando a la lejanía.

—Quién hubiese pensado que el jodido viejo tenía una escopeta bajo el mostrador, parece como si se hubiese olido a que íbamos, no nos dio tiempo a reaccionar.—estaba diciendo Desmond mientras se quitaba la chupa cubierta de sangre.—me llevará días quitar estas manchas.

—¡Acabas de dejar a tu hermano y a “mi hermana” allí para que los entreguen a la policia y solo te preocupas de tu maldita chaqueta!.-le grité mientras me encaraba hacia él.

—Vero…

—Tu hubieses hecho lo mismo.—contestó mientras se encogía de hombros.

—Vero…

—¡Yo nunca os abandonaría a ninguno de vosotros!.

—¡Verónica!.—gritó Teresa mientras hacía girar violentamente el volante, con el el coche y todo lo que iba dentro.—¡cállate ya!.

—Como quieres que me calle después de lo que ha ocurrido…

—Es simple, solo tienes que cerrar la boca. Por mucho que quieras discutir no vamos a arreglar nada, las cosas ya están hechas, ¿o acaso quieres que nos hubiesemos quedado para recibir una bala en el culo?, Desmond hizo lo mejor que pudo hacer, ya habrá tiempo de solucionarlo.

—De todas maneras yo no me preocuparía por Luis, alguien con un boquete así en la cabeza no suele sobrevivir mucho tiempo….—decía Desmond como si hablara del tiempo.

—Será mejor que te calles tu también, me empieza a doler la cabeza y se me podría ir el coche.—y para dar más enfasis a sus palabras Teresa giró un poco el volante para dar a entender lo que podría pasar si se le fuera la mano, todos permanecimos callados.

Las calles fueron quedando atrás una a una, los edificios se iban alejando y la noche cada vez se cernía más sobre nosotros, no teníamos a donde ir, asi que lo mejor era poner tierra de por medio y aclarar nuestras ideas. No podía dejar de pensar en lo que iba a ocurrir ahora, pero sobre todo pensaba en Sara, ella era mi hermana mayor, la mayor de las tres, siempre desde niñas la gente no se creía que eramos hermanas, a cada cual era más diferente de las otras dos, Sara era la atrevida, la que hacía cualquier cosa por conseguir lo que quería, que era casi siempre, ya que todos la tenían un poco consentida y cualquiera le decía que no a la pelirroja pecosa de los Pérez, ella mismo había insistido en entrar con los chicos a la tienda y nadie la hizo cambiar de idea, Teresa es todo lo contrario, siempre calmada, rara vez se deja llevar por sus sentimientos, tiene ese aire de rubia fatal de las películas en blanco y negro que sabe utilizar en su provecho a la perfección en todo momento,¿y que se puede decir de mi, a parte de que soy la más pequeña de las tres?, bueno soy Verónica Pérez, la cantante del grupo, la que siempre protegía a sus hermanas cuando eran niñas, aunque estas fueran mayores que yo, bueno, la típica chica hispana, morena, de ojos oscuros, simplemente yo.

Si no hubiese estado absorta en tan estúpidos pensamientos, tal vez pudiese haber advertido a Teresa del tronco, que a penas se veía, en medio de la carretera, solo me di cuenta cuando el coche giró bruscamente hacia la izquierda haciendolo salir a la cuneta de la carretera.

El coche debería haber volcado, era lo más lógico, pero si se mantuvo derecho no fue por los rápidos reflejos de Teresa, que no conducía tan bien después de todo, sino por la forma humanoide que estaba de cuclillas encima del capó, un relámpago cruzó el aire, y pudimos comprobar a través de la rota luna delantera que efectivamente parecía un hombre, llevaba una larga gabardina oscura, camisa y pantalones y no se porque, pero a través de unas oscuras gafas de sol, sabía que nos estaba mirando fijamente a los tres, tenía una expresión extraña en el rostro, como si lo encontrase todo muy divertido, y tal vez fuese por la tensión del momento o la poca luz, pero me pareció ver unos largos colmillos por la comisura de sus labios, solo movió un poco la cabeza hacia arriba, pero eso bastó, el crujido de ramas a los lados del coche hizo que desviaramos la atención del hombre y que mirasemos a los laterales, no venía solo, más figuras se iban arrastrando lentamente hasta lo que quedaba de nuestro coche, otro relampago, y el hombre ya no estaba en el capó, las figuras ya estaban pegados a los costados del auto, de repente, un sordo golpe vino del techo junto al sonido del metal al romperse, todo empezó a dar vueltas, no podiamos hacer nada, solo gritar.

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